A los 8 meses de haber dado a Luz a Kenneth (mi primer hijo) me encontraba extremadamente delgada y varios días atrasada en mi menstruación.
Decido visitar el Ginecólogo el cual procede a decirme que podía ser hipotiroidismo pero aún así quería descartar el hecho que estuviera embarazada. Por nada me imaginé que pudiera haber estado embarazada porque no tenía síntomas y les soy sincera NO me sentía preparada para un segundo bebé.
Me hago las pruebas y el Doctor me indica que si la prueba salía negativa me tomara unas pastillas que me habían recetado para así comenzar con el ciclo normal de menstruación. Mi esposo me acompaña a buscar lo resultados y me acuerdo tener a Kenneth en mis brazos mientras los leo. Siempre hay dos resultados en esas pruebas así que automáticamente me fije en el que decía negativo.
Le digo a mi esposo vamos a la farmacia a buscar las pastillas porque dice negativo. De camino comencé a sentir un peso en mi corazón una intranquilidad. Sentí que Dios me decía “vuelva a verificar”. Deben entender que al beberme las pastillas para normalizar la menstruación podía haber perdido al nene porque era tan pocos días de embarazo.
Vuelvo a verificar el papel solo para esta vez percatarme de un positivo justo al lado del negativo. Sentí tanta confusión que llamo a mi Ginecólogo. El me dice; es el resultado a la derecha no el de la izquierda. Ahí a la derecha ¡POSITIVO! Fueron muchos sentimientos encontrados solo por el hecho de no sentirme preparada para un segundo bebé.
Proseguimos a una segunda cita donde me harían un sonograma solo para descubrir que al bebé no lo podían encontrar. El Doctor me dice “mamá” si bebé está fuera del utero tenemos que terminar con el embarazo.
Fue en ese momento donde le pedí perdón a Dios. Le dije; “Señor yo quiero a mi bebé y perdóname por decir que no estaba preparada”. Ahí lo anhelé con todo mi corazón y comencé a orar que todo saliera bien. Para la próxima cita con los me presento nerviosa, y para nuestra alegría ahí estaba mi bebé
Mi Matthew se dejó ver y lloré de alegría porque sabía que si Dios lo permitió es porque Dios mismo tenía un propósito.